27.1.16

mis debilidades son mis fortalezas

Hoy te escribo, al menos tres años después, y porque necesito desquitarme. No te guardo rencor sino agradecimiento. Gracias a ti empece un camino tortuoso que me ayudó a conocerme, y desde el cual hoy hablo con propiedad, sabiendo quien soy y qué quiero en este mundo. Guardarte rencor sería absurdo, ya que todo lo que ocurrió fue parte de los hilos del destino -sabios ellos-, que tejieron un encuentro de dos partes que iban a explotar más temprano que tarde. Podría haber terminado peor, pero no. Estuve mucho tiempo ahogada en mis propias lágrimas, aturdida con mis propios gritos, hundida en el miedo y no queriendo salir. Gracias a vos conocí ese lugar. Conocí el significado de las jaquecas diarias que terminaban en vómitos, expulsando todo lo malo que habitaba en mí. Porque eso no era vida sino el propio limbo, todo era negro alrededor. No tenía decisión, no podía hacer, no podía ser. Tenía cadenas con pesadas pesas en mis pies. Dejé de soñar, de querer, de seguir metas, de ver amigos. Fui dejando de a poco mi vida, que se fue convirtiendo en tuya. Pase a ser tu marioneta, el miedo tiene ese poder.

Aprendí a endulzar tus oídos para evitar las jaquecas, a dejarme engañar, a que todo lo mio debía ser tuyo o no debía ser. En pocos términos, aprendí que mi vida no valía nada. Pero era yo quién no la hacía valer, y por eso te agradezco, porque gracias a tus necedades no me quedó otra que aprender a ver -a verme-. Porque fuiste vos quién me mando a hacer terapia para estar menos loca. Aunque después criticaste y odiaste los métodos que atentaban contra ti. Era sabido que nada bueno podía salir de nuestra combinación. Yo muy sumisa, vos muy supervisor. Fue un encuentro del que debíamos aprender, no estaba escrito para siempre ser.

Hoy puedo decirte que "lo nuestro" nunca fue nuestro si no sólo tuyo, y que por ti nunca sentí amor sino pánico. Conocí el miedo, el verdadero terror. Hoy decido que no quiero más aprensión en mi vida, no nací para eso, soy un alma libre. No quiero obsesiones, ni inseguridades, ni amores eternos. No quiero promesas, ni regalos consecuencias de golpes. No quiero jaquecas diarias que me detonen los días. No quiero mentiras, clausuras, ni excusas. No quiero que me llamen puta, ni nada de todo lo que ni fui ni seré. No quiero fantasías sino realidades. Quiero alguien que me vea, que me quiera por quien soy y no por lo que pretende de mi. Quiero alguien que confíe, que sea fiel y transparente y que me haga valer. Quiero alguien que me acompañe en el camino, que me mime sin golpear. Que sea capaz de enfrentar la realidad, de mirarme a los ojos y decirme lo que piensa. Quiero alguien valiente, que se le avive el corazón con simplezas, que me piense cuando no estemos juntos y que me sorprenda en momentos inesperados. Quiero alguien con metas propias, que sepa decidir y que sepa decir no cuando sea necesario. Quiero alguien sano, con quien las cosas sean simples, que me regale sonrisas y me ayude a levantar en mis caídas.

Se que has dicho que has cambiado y que podrías darme todo eso y más, pero no te quiero a vos. Al pensarte, todavía ahora se me estruja el estómago y se me corta el aire, todavía ahora sigo sintiendo el terror. El muro que vos construiste en mí fue el me alejó de vos y hoy soy yo quien se esconde detrás de él. Te perdone, porque considero que nada de lo que pasó es sólo tu responsabilidad y que la vida cargando odio no se aprovecha. Pero no olvido. No olvido las tardes de discusiones eternas que me dejaban sin voz, ni los caprichos que se te metían en la mente, ni las muchas veces en las que hice cosas mientras mi cabeza se cuestionaba el porque. No olvido el miedo. Porque lo conocí y se me arraigó tan fuerte al alma que resulta imposible quitarlo. Supongo queda claro que cualquier cosa entre nos es básicamente imposible, por más que tu obsesión te siga llevando a insistir cada Domingo en que sale la luna a la 1 y 14.

No hay comentarios: