26.1.16

El miedo

Un día me hallé ahogada en mis propias lágrimas y con un inmenso miedo a gritar. Porque el miedo es así: elocuente, pavoroso y oscuro. Te va calando los huesos, acometiendo tu pensar, y cuando menos lo esperas, te quita toda esperanza del alma, envejeciendote la piel. Te curte, te deprime, te amarra.

Y es necesario convidarle unos tequilas para emborracharlo y ganarle la jugada. No es fácil, ya que el trago le sienta muy bien y huele de antemano cualquier carta que puedas tener. Pero la suerte siempre alterna y a veces a uno le toca, y ahí se debe aprovechar. Dos pasos al frente y el miedo contra la pared, agarrado del cuello, levantado del suelo. Así, sin más, como ese momento en que la montaña rusa empieza a caer y al despabilarte, ya está.

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