18.12.14

Alicia en el país de las maravillas

- Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca -protestó Alicia.
- Oh, eso no lo puedes evitar -repuso el Gato-. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
- ¿Cómo sabes que yo estoy loca? -preguntó Alicia.
- Tienes que estarlo -afirmó el Gato-, o no habrías venido aquí.
Alicia pensó que esto no demostraba nada. Sin embargo, continuó con sus preguntas:
- ¿Y cómo sabes que tú estás loco?
- Para empezar -repuso el Gato-, los perros no están locos. ¿De acuerdo?
- Supongo que sí -concedió Alicia.
- Muy bien. Pues en tal caso -siguió su razonamiento el Gato-, ya sabes que los perros gruñen cuando están enfadados, y mueven la cola cuando están contentos. Pues bien, yo gruño cuando estoy contento, y muevo la cola cuando estoy enfadado. Por lo tanto, estoy loco.
- A eso yo le llamo ronronear, no gruñir -dijo Alicia.
- Llámalo como quieras -dijo el Gato-.

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