La misma percanta insólita que un día, con el azul de sus faroles distraidos, quiso creer en él. Hoy viene a decirle que está harta de estar harta. De no entender como, sabiendo de sus baratajes, pudo caer a él; al punto que hoy, aunque no cree en sus versos, no puede envolverle entre sus memorias. Sino que todavía requiere de sus encantos, de esa pasajera ilusión, emborrachada en parafraseos que hoy hacen pasar mal el rato. Y sin embargo, todavía anda con afrecho de ese espabilado.
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